Por Juan Tomás Valenzuela
Los 6 muertos que cobraban
en el gobierno central,
no los podía cancelar,
porque esos si trabajaban.
Esos no eran los que andaban
pasillando en el Palacio,
tampoco, ocupando espacio
en la radio matutina,
cumpliendo un rol de bocina
como los otros batracios.
Estos seis estaban quietos,
enterrados en su oficio,
inertes en sacrificio,
bajo lozas de concreto.
No pendientes a decretos,
como vemos los de ahora.
Como estaba la traídora
con sus dientes de conejo,
asquerosiando a su viejo,
dizque porque ya él no enamora.
Estos mártires yacentes
en olvidados sepulcros,
fueron firmes, santos, pulcros,
cuando eran muertos vivientes.
El humilde presidente
que perdió las elecciones,
tenía sobradas razones
para que a estos temerarios,
no le quiten sus salarios,
cuantimenos sus pensiones.
Hay que ser muy desalmado
y hasta falto de criterio
para ir al cementerio
donde estaban enterrados,
y dejarlos cesanteados,
separados del poder,
solo porque Abinader
es ahora quien gobierna,
y no existe alguna terna
para estos ejercer.
Juan de los Palotes
28 agosto 2020